Soy Lore, tengo 43 años, nací y me crié en la populosa Lucas González, un pueblito bello de Entre Ríos.
Crecí entre yuyos diversos y con una nona que tenía un jardín precioso, que cultivaba y cuidaba ella misma. Yo amaba compartir ese hacer con ella. Mi misión era cortar el pasto sin lastimar ninguna planta! La mirada se entrena y así fui aprendiendo sin saberlo a observar la naturaleza en modo macro.
Inevitablemente crecí, estudié abogacía en la UBA y trabajo como abogada hace 20 largos años. Los últimos 12 años he vivido en la Patagonia y la inmensidad que me rodea me devolvió esa mirada, que había olvidado. “Con el ruido de los autos, no se ve” decía mi nona y cuanta razón había en ese absurdo que tanto me divierte.
Cuestión que con el tiempo fui aprendiendo a vivir al ritmo de las plantas. Siento que el jardín me salvó en mis momentos de tristeza. La vida se pone densa a veces y en ese momento no podía pensar, así que me dediqué a sacar una margarita a la vez y sembrar pequeños espacios de trébol, amapolas, lupinos. Ver aparecer un verdor en medio de la estepa fue mágico y, aún hoy, me genera la misma emoción.
Observar como una minúscula semilla contiene una vida que se ancla en la tierra y, desafiando la gravedad, se eleva por sobre ella, es, para mí, poesía, magia y todo un mundo que me conmueve.
En todo ese recorrido mi salud ha tenido sus momentos. Soy celíaca diagnosticada hace muchos años, y hace dos me diagnosticaron fibromialgia. Convivo amablemente con ellas, y, en lo personal, el diagnóstico siempre me liberó. Necesito saber el por qué de todo, entonces, saber por qué me sentía como me sentía me llevó a aprender a no luchar contra mis días malos, sabiendo que iban a pasar.
La fibromialgia genera agotamiento, dolor, imposibilidad de hacer cosas, las más cotidianas y nimias que se puedan imaginar. El dolor, cuando aparece ocupa todo el cuerpo y el pensamiento, por eso se dice que genera niebla mental. Es imposible pensar, el dolor ocupa todo. En muchos casos es incapacitante, y es un círculo vicioso, estrés- dolor- preocupación- más estrés- desesperación, en fin agobio.
Para quienes nos acompañan en el día a día, resulta difícil de comprender. Estás bien y al minuto siguiente ya no.
De repente necesitas ayuda para levantar un vaso, puede pasar de repente, no poder sostener lo que tenés en la mano.
O pedís ayuda para poner la llave en la puerta porque el cerebro no encuentra la manera, se siente como si la fuerza, la voluntad y todo entendimiento se esfumaran por completo y todo eso ocurre de repente, sin previo aviso. Quien está presente en esos momentos te observa pensando que definitivamente te volviste loc@. Es muy difícil de transmitir la sensación que se siente por la fibromialgia. Lleva mucho tiempo poder identificar lo que nos pasa y poder compartirlo.
En el pico de la enfermedad lo único que podía hacer sin frustrarme era estar en el jardín, ahí no hay control posible, la naturaleza manda y nada puede salir mal porque la sabiduría de la pacha opera aún a pesar de nosotros.
Y así fue que un día a la vez se abrió un mundo nuevo, un ritmo diferente se apoderó de mi modo de vivir, la pandemia me permitió observar cada brote, cada flor y recoger cada semilla. Necesitaba saber más, sí, soy un poco nerd y me encanta estudiar, así que empecé y con botánica, luego incorporé la alquimia.
Los preparados herbales fueron haciéndose hábito. El aceite de árnica reemplazó los miorelajantes que tomaba para las contracturas, esa supresión eliminó los anti ácidos que necesitaba para protección gástrica. La tintura madre de Paramela vino como auxilio primero y terminó erradicando el puf para mi sistema respiratorio, y así progresivamente hace un mes que he dejado la medicación para la fibromialgia y me siento muy bien.
Desapareció la enfermedad? creo que no, pero si creo que he recorrido el camino del aprendizaje que la enfermedad tiene en sí mismo.
Jung dice que no estamos aquí para curarnos sino para que nuestras enfermedades nos curen y hoy eso tiene sentido para mí, por eso les comparto este relato, desordenado pero vivido de todo lo que me ha traído hasta aquí.
Y estoy para que me pregunten lo quieran o necesiten saber sobre este camino-proceso- aprendizaje. Las palabras son puentes para encontrarnos y acompañarnos.
Con amor
Lo’